Jorge Francisco Sambrano
Hace unos meses atrás, en medio de uno de tantos
momentos de represión, noté que había un caballero que lloraba a cántaros.
Primero pensé que se trataba de una reacción a los gases lacrimógenos y la
violencia pero, al ver que no se calmaba ni dejaba de llorar aun cuando la
refriega había bajado en su intensidad, decidí acercarme a hablar con él, a
ver qué le pasaba. Era un joven, de veintitantos y le pregunté por qué estaba
llorando y me respondió: “Lloro porque mi pequeña hija se fue hace algunos días con su mamá a
Argentina, lloro porque decidieron irse y ya no la tengo acá, lloro al ver cómo
actúa el régimen, pero no lloro de tristeza; lloro porque sé que este es el único
camino que nos quedó para hacer que mi hija vuelva a estar conmigo y sé que
aunque es doloroso y hoy te lo digo entre lágrimas, mañana sonreiré cuando me
acuerde de esta conversación mientras se lo cuente a mi hija en nuestra casa”. Quizás,
este testimonio sea uno de millones pero, la razón que movió al caballero debe
ser la misma en esos millones.
Las confesiones de una jovial mente sin memoria, sin
experiencia, sin bagaje hacen estremecer los sentidos. Vivimos en guerra,
nuestra generación está en guerra en contra de la tiranía, el atraso y la miseria.
Nuestro rostro se nubla con lágrimas de sangre y nuestros oídos rechinan con
testimonios de una realidad inimaginable porque no conocemos la prosperidad del
ayer sino, la aniquilación del hoy que cada vez nos destruye sin piedad. ¿Cómo
seguir hacia adelante?, ¿Cómo empacar nuestros sueños, nuestras metas, nuestros
anhelos en una maleta?, ¿Como conquistar costas extranjeras si no hemos podido
conquistar nuestra casa?, ¿Qué hacer pana, hay futuro en nuestro país? Han sido
y serán una de las interrogantes más difíciles de responder, pero no todo está
perdido.
Andar por el Serengueti político ha sido una de las
decisiones más trascendentales y difíciles en mi vida; es un oficio mágico
capaz de convertir un problema en una causa y una causa en un cambio para
millones de personas; es un oficio que siempre debe entenderse como servicio y
entrega. No está bien que, pensando en la realidad nacional se baje la cabeza y
se reconozca un régimen que se ha impuesto a costa de sangre y fuego en nuestra
nación. No hay como justificar que lo que millones de venezolanos rechazamos de
mil maneras todos los días -y el mundo entero desconoce- sea simplificado como
un trámite en nombre de una “venganza”.
Nuestra lucha debe tener la solvencia de ser coherente
para siempre poder ver a los ojos a quien siente desespero y que sienta la
confianza de seguir los caminos que se marcan. No es verdad que vale lo que sea
para lograr las cosas. Las visiones llenas de dicotomías solo nos hacen daño:
ni los radicales, ni quienes justifican al adversario pareciendo más
interesados en mantener el “status quo” que en lograr que las cosas cambien,
deben ser quienes se conviertan en nuestra referencia del por qué y del cómo
luchar.
Sigo creyendo que nuestro país y nuestra gente merecen
vivir radicalmente mejor que como lo hace hoy.
Creo que la política es la trinchera de lucha para
conquistar ese futuro que la mayoría soñamos y un grupo minoritario nos niega.
Y sobre todo, siguiendo la inamovible convicción de que merecemos mucho más,
merecemos mejor política, merecemos mejor ciudadanía, merecemos ver el mañana
con gallardía y no con incertidumbre ni tristeza. Podemos dar más, debemos dar más,
no existe otra alternativa.
Hace milenios existió un hombre, en la antigua Grecia,
el maestro de Platón y Aristóteles, lo llamaban Sócrates y entre una de sus
inmortales frases dijo: "Cada uno de nosotros solo será justo en la medida
en que haga lo que le corresponde". Pues, empecemos a hacer.
@JorgeFSambrano
#RendirseNoEsUnaOpcion
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