Jorge Francisco Sambrano
El territorio criollo amanece nuevamente en alerta. La
economía se estanca y la vida se dificulta mucho más. Un ambiente de hostilidad
envuelve la sociedad. Las clases dominantes prefieren negar el estancamiento.
De lo contrario, admitirían su fracaso. El contrato social queda
irreparablemente dañado. A cada ciudadano común le toca un pedazo cada vez más
pequeño de galleta. Comienza la guerra de todos contra todos. La zozobra ya
forma parte del ADN venezolano. La expectativa insaciable de un cono postergado,
la inmortalidad del billete de 100 y la ausencia del efectivo vigente
complementan el pastel del siglo. La cereza de la torta es un carnet a la
fuerza con más fuerza que la mismísima cédula.
Para rematar las inundaciones hacen estragos en varios
estados. La naturaleza es impredecible pero, aún más lo son los directores de
la orquesta tiránica. Su venganza personal no tiene límites. Las colas aumentan
y esta vez no es por comida sino a las afueras de las entidades bancarias y de
las estaciones de servicios. La tiranía sigue con su plan sea como sea.
La historia está llena de tiranas que pretendieron
envolverse en ropajes democráticos, tiranías en la concentración personal u oligárquica
del poder del pueblo. La historia enseña que todo aquél que concentra el poder tenderá
a convertirse en déspota valiéndose de corrupción, nepotismo, promoción de
intereses de grupo, generación de fraccionalismos, captura de las rentas del
Estado, invención de amenazas externas e internas, monopolio del poder
coercitivo del Estado para eliminar la crítica, el amedrentamiento y la coerción.
Aunque en la retórica se repite un sinfín de veces que
lo que estamos padeciendo es una tiranía o dictadura, pareciera que sólo es una
palabra cliché, ya que los métodos de lucha y contraataque rayan en la
ingenuidad y franqueza. Ellos no están jugando carrito y muchos creen que esto
es un juego.
Lo que sucede actualmente en Venezuela es
indescriptible en todos sus aspectos. No es una tiranía normal ni mucho menos
una dictadura conocida. Son bandas gansteriles armadas, organizadas y
sanguinarias que irán contra todo aquel sin ningún tipo de remordimiento ni contemplación.
Estos personajes han redefinido el concepto de dictadura en todas sus facetas.
Llevaron la maldad a otro nivel. Aplastan a como de lugar a cualquiera que les
haga frente seriamente y envían el mensaje tal cual lo hacía Pablo Escobar, a
quien en la era más oscura del país neogranadino no le importaba a quién
mandaba a matar. El mensaje era cruelmente claro: cualquiera podía ser el próximo.
Ahora, los métodos que tanto necesitamos hay que
buscarlos cuanto antes en los libros que han sido utilizados por muchos a lo
largo de la historia. Centrar y canalizar nuestras energías en internalizar que
ya no son simples adversarios sino enemigos acérrimos y poderosos. Buscar la
fuerza necesaria así como lo hicieron esos combatientes de la independencia
que encontraron un santuario de donde tomar su fortaleza, así como las multitudes
que luchan hoy por la justicia y la igualdad, buscan un refugio similar.
Desde ese espacio seguro, podemos mantenernos firmes
contra las fuerzas del miedo y la reacción y, centímetro a centímetro, tomar de
nuevo la tierra en nuestras manos: valientes en la convicción de que ningún obstáculo
es demasiado grande, ningún enemigo es demasiado poderoso, ninguna cordillera
de desolación y muerte es insuperable.
Cada uno de nosotros ocupa un espacio de calma en
medio de la turbulencia, cada uno de nosotros tiene algo que contribuir,
nuestras propias murallas que cruzar si hemos de prevalecer. Las gloriosas
notas de nuestro Himno Nacional son más que frases vibrantes e inmortales.
Debemos afinar nuestra vista y si se tiene la valentía, los recursos y la imaginación
suficiente, nada en este milagroso mundo es imposible. Por eso grito con ahínco:
¡muera la opresión!
@JorgeFSambrano
#RendirseNoEsUnaOpcion
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